Leonardo Bacteria, el último subterráneo
Hace poco se conmemoraron 13 años de la muerte de Leo Bacteria. Este texto, publicado originalmente en el libro "Cielo Rock", es un acercamiento a la vida del amado y odiado líder de Insumisión.
Hay una camada de jóvenes músicos locales que lo vienen escuchando pero que eran apenas unos niños cuando falleció. “¿Cómo era? ¿qué escuchaba? ¿cómo se portaba con las chicas?”, eran preguntas que algunos de ellos me hicieron cuando les comenté que conocí a Leonardo del Castillo (Leo Bacteria para la movida). Proyectos como Haiti Bon Aire, Drugstorecoreboy, Superfuzz, Wachiman y Ayarwhaska, vinculados al noise, industrial y gabber, han mostrado su admiración, especialmente por Insumisión. ¿Qué diría ahora Leo, que hasta sus últimos días soportaba con entereza la mezquindad hacia su obra musical? El 20 de noviembre del 2011 decidió acabar con su vida, con apenas 37 años y un hartazgo hacia el mundo que lo sobrepasaba.
Este artículo fue comisionado para el libro “Cielo Rock: Una visita al panteón del rock peruano” (Contracultura, 2021), coordinado por Hugo Lévano. Para la investigación, recurrí a mis propios recuerdos pero también a entrevistas con Miguel Ángel del Castillo (su primo y compañero en andazas subterráneas), Herrmann Hamann, Renzo Ortega, Aníbal Tafur y otros compañeros musicales suyos. Les dejo el texto original con fotos, algunas inéditas, que también se publicaron en el libro
Solo si no tocas ningún instrumento, puedes crear sonidos verdaderamente libres.
Conrad Schnitzleri
Una semana antes de que encontraran su cuerpo en la habitación que alquilaba en Chorrillos, coincidí con Leonardo Bacteria a la salida de un concierto en el Estadio Monumental. Aquella vez tocaron algunas viejas glorias del pop en español como Amistades Peligrosas y Cómplices, en algunos casos, con nuevos integrantes o solo con el vocalista original. Típica fecha para cuarentones nostálgicos. Ambos estábamos enemistados por temas que no vale la pena recordar (¿quién no se ha peleado con él?), pero decidió mantener la buena onda. Después de todo, estábamos con su exsocio en Pestaña, Farid Giha y Víctor Ticerán1, muy amigos de él. Ya en el Queirolo del jirón Quilca, comentaríamos un poco sobre el concierto. Bacteria recordó cuando Teo Cardalda, de Cómplices, se mandó con No mires a los ojos de la gente, de su antigua banda, Golpes Bajos, y se quejó de que nadie en el estadio, a excepción de él, conocía esa gran canción.
Por supuesto que nadie imaginaría que sería la última vez que lo veríamos, ni siquiera cuando comentó el homenaje que hizo en el Bar Zela a músicos que recientemente habían fallecido como Poly Styrene, de X Ray Spex, Peter Christopherson, de Coil y Throbbing Gristle, y José Eduardo Matute, de Ataque Frontal. Ya conversando de discos, Bacteria dijo una frase que a todos nos quedó grabada: «Cuando me muera todos mis discos se quedarán con Farid». Y así fue. Leonardo dejó una carta escrita a mano donde le dejaba a su gran amigo sus pertenencias y los derechos sobre las canciones de Insumisión y Pestaña.

Los discos de vinilo, casets y CD en esas 5 cajas reflejaban lo intenso de sus gustos. Había cosas de Carcass, Blondie, Abba, Einsturzende Neubauten, Aviador Dro, The Sacados, Human League y Coil.Esos discos reflejaron también una trayectoria única, en la que hizo desde noisecore nihilista hasta electropop romántico.
Antes de convertirse en Leonardo Bacteria, Leonardo del Castillo Mondéjar era un púber inquieto, aficionado a escuchar la radio y con buena memoria para las bandas y canciones. A mediados de diciembre de 1986, cuando tenía solo 12 años, coincidió con su primo hermano Miguel Ángel en una reunión familiar y conectaron con su gusto por el pop y rock radial. A partir de ahí nació una fuerte amistad que derivaría en una comprometida militancia en el rock subterráneo.
El punk vendría poco después. A los días de ese primer encuentro, Leo llegó a la casa de Miguel Ángel con un casete que contenía parte de la fundacional maqueta Volumen 1, donde aparecían Leusemia, Guerrilla Urbana, Autopsia y Zcuela Cerrada. Se lo pasó un amigo del colegio, José Carranza, Gonzo, un adolescente punk rocker, quien años después se convertiría en ese valiente bombero, que se salvó de morir quemado mientras atendía un incendio, el 2015ii.
Ese casete les cambió la vida. Y ahora querían saber más. A través de amigos del colegio, Leo empezó a conseguir más maquetas que copiaba en la casetera de su primo. Juntos descubrieron a Narcosis, G3, Voz Propia, Eutanasia y Excomulgados. Supieron de Fernando Cachorro Vial de Narcosis, que grababa música en su casa. Así conocieron a Siniestro Total y Aviador Dro y más grupos de la movida española, que marcarían de por vida los gustos de Leo.
Pese a su interés en la movida, todavía tenían cierto temor en ir a los conciertos de las bandas subtes, que eran mayormente en el Centro de Lima. Y es que, en esa época, el centro era un espacio urbano muy distinto a lo que había sido treinta años antes. Era el reflejo de una nueva Lima, migrante e informal. Para 2 chicos de clase media, de colegio privado, que vivían en Surco y Chorrillos, era casi otra ciudad
El primer concierto al que fueron juntos fue el de Violadores en la Plaza de Acho, en 1987. Al año siguiente vieron a QEPD Carreño y Eructo Maldonado en la Feria del Hogar. De ser primos hermanos pasaron a ser mejores amigos, que intercambiaban música, iban a conciertos, conseguían fanzines y sentían que empezaban a ser parte de algo. En poco más de dos años, consumieron más música que un chico promedio de su edad. Esa era otra característica de muchos subtes, la pasión desmedida por conseguir cada vez más discos. Leo empezó a volverse fanático no solo del rock subte peruano sino también del punk rock, de la movida española, del postpunk y del hardcore. «Recuerdo cuando escuchamos por primera vez el Give’em Enough Rope de The Clash, donde había una canción llamada All the Young Punks. Leo me dijo: “escucha, nos la dedican a nosotros”», cuenta Miguel Ángel.
Cuando empezaron a asistir a los conciertos, la movida subterránea estaba fuertemente dividida. De un lado estaban los punks que se establecieron en El Hueco, de Santa Beatriz, que organizaban conciertos en el Centro. Su grupo más representativo era Eutanasia, una banda que le cantaba a la marginalidad, a la vida de barrio, a la agitación política. Al otro lado de la ciudad, en la Casa Hardcore, en Barranco, tocaban grupos conformados por chicos de clase media o media alta. G3 eran los líderes y sus canciones no hablaban tanto de política, sino que eran más individualistas y hablaban de un cambio interior, de ser uno mismo y no seguir al rebaño.
Esta división entre los llamados «misiopunks» y «pitupunks» ha sido motivo de debate y análisis. A decir de algunos, este conflicto era inevitable, pero para otros, fue una disputa innecesaria. Los más jóvenes como Miguel Ángel, Leo o Gonzo, que nada tenían que ver con esos enfrentamientos, podían ir sin problemas a cualquiera de estos espacios.
Pese a su entusiasmo, su carácter sociable y a sus ganas de hacer cosas, Leo también sufría por dentro. Ese año, a los 15, tuvo su primer intento de suicidio. No queda claro si decidió lanzarse o si se arrepintió y tropezó accidentalmente. Los bomberos fueron al rescate y lo encontraron agarrándose de unas ramas para evitar caer.
También empezaron las diferencias entre los primos. Miguel Ángel tenía un perfil más intelectual, era centrado y empezó a interesarse por el anarquismo. Leo, más bien, era rebelde, nihilista, individualista. Posteriormente, afirmaría tener simpatía por el anarquismo y era un declarado antifascista. Disfrutaba mucho de la música y quería hacer una banda. Ambos crearon el fanzine Asco, y sus diferencias se acentuaron. Leo descubrió el grindcore y, en especial, se sintió fascinado por su formato más extremo: el noisecore. Durante los años ochenta, los hardcore se esforzaban en ver quién tocaba más rápido. En el noisecore, parecían competir por quien hacía la mayor cantidad de canciones en el menor tiempo posible. 7 Minutes of Nausea, Sore Throat o Anal Cunt son algunos ejemplos clásicos con sus EP de cientos o hasta miles de canciones por lado.
Era llevar la actitud anti musical del punk al máximo extremo, porque finalmente el punk aún conservaba una estructura con acordes y ritmo. Era la radicalización del «No Future» que había cantado Johnny Rotten con Sex Pistols. Pero mientras Rotten, ahora John Lydon, había dejado ese discurso por el «Anger is an energy», los exponentes del noisecore optaban por «el ruido por el ruido». En una sociedad violenta, al borde del colapso, en guerra interna y crisis económica y, sobretodo, moral, el futuro no existía. Al igual que Leo, lo entendieron otros contemporáneos que formaron bandas como Atrofia Cerebral o Audición Irritableiii.
Pero para Miguel Ángel, esta actitud era individualista y no servía para los fines de una revolución en la que creía. La misma postura la compartió con Miguel Det, entonces vocalista del grupo Anti. Para ellos, la música sólo era válida si transmitía ideas de cambio. De lo contrario, se convertía en un obstáculo. Las discrepancias continuaron y ya para 1991 se mandaron a la mierda. El detonante fue una pelea casi infantil. Miguel Ángel terminó reemplazando a Leo en Grito Disconforme, su primer intento de hacer una banda. El grupo solo quedó en ensayos y borracheras.
Los primos dejaron de hablarse por 16 años. Si se cruzaban en una reunión familiar, no se saludaban. Miguel Ángel estudió Historia en San Marcos, mientras Leo siguió su aventura subterránea. Recién a fines del 2007, Miguel Ángel recopiló fanzines, panfletos, fotos, recuerdos y más material documental para lanzar el excelente blog Caín Subte. Fue allí que se comunicó con su primo y pudieron retomar la amistad.
Muchos años después de estos hechos, la separación entre ambos amigos parece obedecer no tanto a un tema ideológico. Ambos representaban dos posturas que se pueden encontrar en cualquier movimiento contestatario o revolucionario. Pero tal vez el motivo era otro. Eran solo unos adolescentes que formaban su carácter y Leo estaba harto de tener a su primo mayor queriendo siempre tener la razón. Necesitaba reafirmar su identidad. Y así nació Leonardo Bacteria.
El arte de los ruidos
Eduardo Nova, gran coleccionista de música, tiene un interesante archivo de cintas de VHS de la escena local que debería ser considerado patrimonio audiovisual. Uno de los videos más caletas que tiene corresponde a una de las primeras presentaciones de MDA (Manifiesto de Asquerosidad), oficialmente el primer grupo de Leonardo Bacteria, en El Hueko. Casi a un rincón, mirando al suelo con total indiferencia por el público, como si realmente no quisiera estar ahí, un Leo recién salido de la adolescencia, grita canciones de 20 o 30 segundos que resumían todo lo que odiaba. Un detalle particular es que MDA grabó Sendero Luminoso, unas de las pocas canciones, casi la única en la movida subte, que ataca abiertamente a esa agrupación terroristaiv. La idea de tener un grupo y decir lo que sentía sin saber tocar era algo que le fascinaba. Ciertamente, era uno de los estandartes del punk (que no fue el primer movimiento que lo enarboló). Pero si para el punk habría que conocer al menos un acorde de quinta, para el noisecore era solo hacer ruido
Los gustos de Leo eran variados, así como sus disgustos. No había puntos medios. Amaba el noisecore, a Mecano (aún cuando eran aficionados a la tauromaquia) y a Human League pero odiaba a Depeche Mode. Detestaba la música de los sesenta, el shoegaze, al igual que el heavy metal. Odiaba también a Sonic Youth y cualquier visión del ruido como arte. Para él, el ruido provenía de las calles, no de galerías o museos.
Pero también escuchaba mucha música electrónica en sus distintas variantes: techno, industrial, gabber, house, drum and bass, new beat, jungle y un largo etcétera. El problema es que la música electrónica todavía era algo raro en el país, pues no existían las condiciones materiales para hacerla. Algunos de los primeros proyectos surgieron de la misma escena subterránea, a fines de los ochenta: T de Cobre, Ensamble, Círculo Interior y Cuerpos del Deseo.
Pese a las limitaciones y otros obstáculos, Leonardo Bacteria pudo sostener Insumisión, uno de los proyectos más audaces dentro de la música electrónica local. En el camino, se encontró muchos aliados, que lo ayudaron a concretar sus distintas ideas. Insumisión podía sonar por momentos a grindcore electrónico, a gabber, eurodisco o puro ruido. Sus primeras grabaciones se incluyeron en un split con Cuerpos del Deseo, titulado Terra Madre, publicado en 1994. Ahí, todavía Leo hacía un technopop precario, tímido, pero con letras comprometidas.
Un aliado importante fue Renzo Ortega, de Cuerpos del Deseo, con quienes empezaron a trabajar en el desarrollo de una escena electrónica independiente. «Hay que tener una lectura de Leonardo con unos ojos más contemporáneos, de lo que es un productor musical. En esa época, lo máximo a lo que uno aspiraba, en el undergroud, era tener una banda. Ahora, tienes chicos que hacen trap, hip hop… y el productor juega un papel importante. Leo era un proto productor en la escena under en Lima. No solo tocaba con sus bandas y proyectos sino que generaba una movida alternativa a lo que era el sonido tradicional», sostiene Renzo Ortega, quien recuerda que fue Bacteria quien lo impulso a seguir en la música, en momentos en que solo quería seguir sus estudios en Bellas Artes.
Cuando la música electrónica era vista como sinónimo de fiestas y bailes, Bacteria proponía algo político, anticapitalista, y más experimental. Blast beats electrónicos, ruidos, sampleos, música de baile influenciada por drogas duras. Insumisión podía hacer canciones potentes como Velocidad o collages ruidisistas y acelerados como La frustración lo cubre todo y hasta coqueteos con el hip hop experimental en Gotta Keep On Hopin’. En Legalicen, incluso hay sampleos de cajón, algo curioso en Bacteria, quien nunca se interesó por la música peruana. Más bien, detestaba la música criolla y la cumbia, y renegaba de quienes, de manera oportunista, se subían al carro de la fusión.
Si bien todo esto suena superavanzado para el Perú en esa época, salvo algunas mencionas en la prensa y la crítica especializada, lo de Insumisión no fue muy aceptado. Muchos años después, cuando Bacteria resucitó el proyecto para un accidentado concierto de reunión, se quejaría de que la gente le hablaba bien del grupo, pero que, en su momento, pocos los iban a ver.
De todas formas, tuvo algunas apariciones mediáticas memorables. Renzo Ortega recuerda cuando un equipo de América TV los buscó con la excusa de hacer un reportaje sobre la música electrónica. Bacteria se explayó hablando de Throbbing Gristle y Kraftwerk, pero finalmente el reportero cogió una parte en la que decía que «no le gustaba el éxtasis, sino la cocaína».
Velocidad apareció en la exitosa película Ciudad de M, en la escena en la que los protagonistas bailan en la discoteca. Sin embargo, y por motivo inexplicables, nunca se incluyó en el soundtrack oficial editado por Sony, que estuvo conformado únicamente por grupos peruanos. Fue invitado a tocar en Alemania, pero le negaron la visa. Este y otros hechos alimentaron la frustración y desconfianza de Leo, pero lo impulsaron a actuar siempre contracorriente, sin apoyo de instituciones o de medios de comunicación.
Por Insumisión pasaron distintos personajes como Óscar Reátegui, de Dios Hastío, Renzo Ortega, Erik Bullón, Herrmann Hamann, Luis Carlos Burneov, Mauro Crovetto y un largo etcétera. Si bien Leo tenía bien claro su sonido, siempre recurrió a colaborar con otros músicos y productores.
El punto máximo de Insumisión fue el mítico concierto junto al grupo argentino El Otro Yo, el 2003. Por entonces, había incorporado como baterista a un escolar Aníbal Tafur, apodado Niño Bolsa, miembro del grupo grindcore Descontento. Algo que caracterizó a Leonardo, quizás también por su espíritu de eterno adolescente, era su interés por estar al tanto de grupos nuevos. Descontento se convirtió entonces en uno de sus favoritos y alguna vez los presentó en el programa radial Ave Roq como «la antítesis de 6 voltios»: tres adolescentes de clase media (o «chibolos pitucos») que no tocaban punk californiano, sino grindcore y power violence.
Para promocionar el evento, Insumisión dio una presentación en el programa Mil Disculpas, de Canal 11 (entonces llamado Canal A). De más está decir que fue una presentación caótica. Ni bien sonó la pista de Un fascista pelucónvi, Niño Bolsa y Bacteria se tiraron contra la batería, parte del escenario se cayó y un grupo de jóvenes que asistieron a ver al grupo empezaron a poguear. La producción canceló la transmisión, que era en vivo, y botaron al grupo, con todo y batería. Era solo un anticipo de lo que se venía.
Bacteria era fan de Throbbing Gristle y quería hacer algo similar a las pornográficas performances de COUM Transmissions. Quienes estuvieron presentes en ese concierto, con El Otro Yo, no podían creer lo que estaban viendo. Bacteria, envuelto en barro como Trent Reznor en el Lollapalooza y Hamman semidesnudo gritaban sobre las pistas de Perú Pueblo Imbécil o el cover de Intolerancia de Aviador Dro, mientras el resto del grupo hacía ruido. Fue una catarsis.
La parte climática fue cuando apareció la performer Rebeca Raéz, vestida en lencería negra, junto a la drag queen Frau Diamanda, ambas lamiendo un globo rojo y sometiendo a Bacteria en el suelo, con unos lazos, mientras Hamann daba alaridos. En esa memorable intervención participaron Marion Edington, de Descontento, y Mauro Crovetto, exprimiendo ruido en guitarras. Era la primera vez que se veía algo así en Lima y la gente no terminó de asimilarlo.
La mamá de Niño Bolsa presenció todo el espectáculo. Luego, se acercó a Bacteria para prohibirle que vuelva a acercarse a su hijo. Hamman asegura que nada estuvo ensayado y que Bacteria estaba bastante molesto con los organizadores, que no le pagaron. Al día siguiente, el infame programa de Magaly Medina mostró la performance en horario familiar y con escenas de Hamann gritando, con la cara pintada y en calzoncillos: «Todos ustedes están muertos».
Pop para divertirme
Previamente, Insumisión había lanzado el provocador disco Perú Pueblo Imbécil, un nihilista resumen de la mentalidad peruana, publicado cuando la justicia todavía arreglaba las cuentas pendientes con el régimen de Alberto Fujimori. La canción homónima refleja la rabia de alguien como Bacteria, que había sufrido el gobierno de Alan García y que veía con indignación que el líder aprista podía volver al país e incluso, ser presidente. Lamentablemente, no se equivocó y en varias ocasiones se jactaría de cómo esta canción (o más bien, ese collage ruidista) anticipó lo que vendría. García fue reelegido el 2006 y Alberto Fujimori, entonces refugiado en Japón, regresó. Aunque permanece encarcelado, su legado autoritario tiene una importante presencia electoral encabezada por su hija Keiko.
Incluso para los estándares del grindcore y el hardcore, Insumisión era un grupo excesivamente ruidoso. A eso se sumaba el hecho de que no tenían sonidista y que las pistas salían de un discman. Casi nunca sonaron bien en vivo.
Hartos de eso, el dúo de Bacteria y Bolsa decidieron hacer algo distinto. «También la pasábamos escuchando electropop o electroclash, ya no escuchábamos tanto grindcore ni punk. Así que dijimos: “Dejemos de hacer ruido y hagamos algo pop”». El resultado fue Pestaña, uno de los pocos grupos peruanos amados y odiados al mismo tiempo. Para el puesto de cantante, Bolsa llevó a su enamorada de entonces, Diana Guarderas, una tímida adolescente ahora convertida en gestora cultural. Sin ensayos previos, ella grabó las primeras canciones. La principal influencia era el tontipop español, que ellos rebautizaron como electroestupidez.

Eran épocas del bares como el Eka y el Oso Bar en Miraflores o el Florentino y Mochileros en Barranco. Conciertos punk en el Salón Imperial y el Averno. Los emos eran la contracultura más odiada y los podías ver tomando en el Parque Washington mientras hacías la cola para algún evento en el Centro Cultural España. No había ni Facebook ni Whatsapp, menos Instagram, Tinder o TikTok y te podías comunicar con tus amigos por el Messenger o llamando al teléfono fijo. La red social de moda era el Fotolog, que tenía a sus propios influencers. Había comunas y sus miembros se reunían en la avenida Arequipa, en la municipalidad de Los Olivos y en otros puntos. No había Spotify, el Youtube aparecería poco después y Soulseek era la mejor opción para descargar música. El indie era una novedad, a los hipsters los llamaban arties y compraban ropa en La Pulga o Estereofónica. Han pasado 15 años y contándolo así, parece que hubiera pasado más tiempo. En ese contexto, Pestaña hizo su irrupción. Para algunos era un grupo intrascendente, mientras que para otros era lo más original que había salido.
«Me pareció bien punk por la actitud, más que pop», recuerda Dante Gonzales, acaso el máximo conocedor de sintetizadores en el país, quien se unió al grupo tras la salida de Niño Bolsa. Con él armaron algunos de los temas más conocidos como la pegajosa Por Petit Thouars. Según Dante, Leo quiso que suene a Together in Electric Dreams de Philip Oakey y Giorgio Moroder.
Es probable que el carácter confrontacional de Bacteria haya hecho que mucha gente no quiera tomarse muy en serio a Pestaña. Lejos de la electroestupidez, hay verdaderas joyas como Aprisa deprisa, canción escrita desde la perspectiva de una chica que quiere perder la virginidad con su pareja. Aunque aseguraba no importarle las críticas y estar seguro de lo que hacía, era inevitable que algunos comentarios le afectaran. En particular, una dura crítica a su primer EP epónimo (editado el 2004), hecha por Raúl Cachay para El Comercio, lo incomodó bastante. «Era extremadamente sensible en muchos aspectos. Se hacía el fuerte, pero había cosas que le hacían daño», recuerda Diana.
Otros los acusaban de no tocar en vivo. Para darles el gusto a sus críticos, durante un concierto, Dante dejó corriendo la pista y se sentó en un sofá, mientras leía un diario chicha y tomaba una cerveza. Como el personaje de Peter Capusotto, lo que hacían era «pop para divertirse». Salvando las distancias, Kraftwerk respondió, en su época, a esas críticas conservadoras con la canción Showroom dummies.
La actitud de Bacteria seguía siendo subte. Hacía música con los recursos que tenía a mano, no se preocupaba mucho en el acabado, tampoco estaba interesado en mánager y todo era autogestionado. Tal vez eso le jugó un poco en contra pues Pestaña tenía mucho potencial para convertirse en un referente internacional a mayor escala.
Quizás la palabra «talento» no sea la más precisa para calificar la capacidad que tenía Leonardo Bacteria. No cantaba bien, no tocaba bien ningún instrumento, al menos no de la manera tradicional, y pocas veces produjo un tema por su cuenta. Pero lo hacía. Gracias a su melomanía, a su terquedad y entusiasmo, sabía claramente cómo hacer una buena canción pop.
«Leonardo siempre decía: “No soy músico, no soy artista”. Creo que fue una persona que expresó sus ideas a través de la música», explica Farid Giha, quien se convirtió en otra pieza clave en Pestaña, tras la salida de Dante.
Una segunda etapa del grupo fue el ingreso de Adriana Cebrián (Adri Vainilla) y Armanda San Martín (Amanda Veneno) como cantantes, a la par que Diana dejaba el grupo. Ahí, Pestaña estaba más cerca de Human League, Aerolíneas Federales, The Sacados o The B-52's. Pero, nuevamente, los demonios internos de Bacteria hicieron que el grupo entre en receso. Su último proyecto fue Paladar del Conejo, con el que volvía al gabber.
Nos enteramos de su muerte unos días después. Y siguieron las condolencias a la familia y amigos más cercanos. O los posts en Facebook de aquellos que aclaraban que, si bien nunca coincidieron con él o no gustaban de su música, respetaban su persistencia. O los artículos en medios que nunca le dieron cabida. O los amigos que recién se acordaban de él. Extrañamente, mientras termino estas lineas, un post en el Facebook me recuerda que fue un día como hoy, 20 de noviembre, de hace 9 años.
Hablar de la trayectoria de Bacteria no alcanzaría en este artículo. Faltaría mencionar su labor como productor discográfico con el sello Ya estás ya, los recopilatorios y conciertos que organizó (trayendo a figuras como Christina Rosenvinge, Chimo Bayo o Aviadro Dro), el compilatorio Tributo a la niñez, que asustó a Yola Polastri con versiones de sus canciones, o la increíble hazaña de convencer a Aerolíneas Federales para que se reúnan, después de casi veinte años, solo para tocar en Lima.
Lamentablemente, nunca pudo superar sus frustraciones. Tenía muchas ganas de hacer más y mejor música. Pero su temperamento, la tristeza, el alcohol o tal vez la mayor frustración de todas, la de vivir en el Perú, lo hartaron. El crítico cultural Mark Fisher, escribió sobre Ian Curtis, otro suicida, estas palabras que también aplican al caso de Bacteria: «El suicidio era una garantía de autenticidad, el signo más convincente de que ibas en serio»vii.
1 Pintor, músico y coleccionista de discos muy querido en Trujillo, donde fue uno de los iniciadores de la escena subterránea a fines de los años 80.
i STUBBS, David. Future Days: El Krautrock y la construcción de la Alemania moderna. Caja Negra, 2015: Pág. 276
ii Lamentablemente, durante la redacción e investigación para este artículo, recibí la lamentablemente notica de la muerte de José Carranza, amigo personal y de Leonardo, quien fuera comandante de la emblemática Bomba Olaya 13, de Chorrillos. Este texto va en su homenaje, no solo por ser protagonista de esos intensos años de la escena subte, sino también por su solidaridad y amor al prójimo, expresadas en su compromiso como bombero, vocación que no dejó incluso cuando casi le costó la vida.
iii Esta fascinación por el ruido, entendido desde el punk, el hardcore y el grindcore, derivó luego en experimentos más orientados hacia el noise industrial o el dark ambient con proyectos como Atresia, Glaucoma o Distorsión Desequilibrada. Estos fueron recopilados por Buh Records en el álbum Visiones de la Catástrofe.
iv M.D.A. incluyó también a Miguel Tipacti, artífice de otros proyectos noisecore como Descarga Nociva, Atrofia Cerebral, entre muchísimos otros nombres, que cuentan con una extensa discografía. Con M.D.A. publicaron el casete Podredumbre social, en 1991, con más de cien canciones en 17 minutos.
v Quien crearía el 2007 el famoso videoblog La habitación de Henry Spencer, adoptando el nombre del protagonista de Eraserhead de David Lynch.
vi Cover del grupo Kaos, dedicado a Alan García y que aparece en el disco Perú, pueblo imbécil.
vii FISHER, Mark. Los fantasmas de mi vida. Escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos. Editorial Caja Negra, 2018. Pág 102
Hay un video en YouTube que me gusta ver de una presentación de Insumisión en un arenal en SJL(?), ahí se nota el verdadero feelin de ser under y caleta. Fue realmente un artista muy prolífico y su muerte fue gran pérdida para la música independiente local. Me hubiese gustado conocerlo en persona. QEPD.
buenaso